La obra de Elena Aitzkoa se centra fundamentalmente en los procesos de la escultura y la poesía, que en ocasiones se ramifican en la performance y el vídeo; también utiliza el dibujo y la pintura.

La práctica de la escultura ha sido central en su producción en los últimos años. Aitzkoa trabaja directamente con el mundo físico, recurriendo constantemente a su entorno inmediato, del que extrae materiales y experiencias. La propia práctica plantea el ensayo y el error como una forma o técnica experiencial que tiene en cuenta su propia constitución y sus posibles significados. Su interés está en hacer y cómo se hacen las cosas, y de ahí, en el deseo, el poder de la poética, el destino.

Las esculturas nos desvelan una práctica artística emparentada con los procesos vitales de la naturaleza, que configuran su idiosincrasia de continuo cambio y permanencia. En el proceso de producción siempre intenta generar un ecosistema propio en cada pieza, aunque atravesadas por un imaginario común. Esto permite que sus piezas generen un diálogo entre sí cuando son expuestas de manera instalativa y activadas por sus performances.

Toda la obra de Elena Aitzkoa se caracteriza por su carácter poético que trata de recuperar los saberes manuales asociados al contacto con la naturaleza, donde siempre hay mucho de procesual y de afectación por el entorno natural. Las esculturas que genera son agregados de objetos y materiales, destacándose las relaciones de introducir, rodear, atar, sedimentar, decantar y apoyar, que podemos considerar metafóricas.